En un principio, el género humano habitó en espacios que la propia naturaleza le ofrecía, como las cuevas en las áreas montañosas. Sin embargo, las corrientes migratorias motivaron la necesidad de construcciones transitorias, en primera instancia, y la posibilidad de afincarse en espacios favorables en un segundo tiempo. Ante la elección de regiones con abundancia de recursos (en general, en la vecindad de cursos hídricos), el ser humano se encontró ante la necesidad de establecer viviendas permanentes para abandonar el estilo de vida nómada. Para muchos expertos, la arquitectura nació entonces como una necesidad, derivada del cambio del modo de vivir. Sin embargo, el progresivo crecimiento de la cultura convirtió a la creación de la morada sencilla en un real arte, en el cual se involucró la construcción no sólo de espacios para la vida familiar, sino también de templos, sitios para el comercio, fortalezas e incluso muros de protección.
Los estilos arquitectónicos que nos han legado las antiguas civilizaciones, así como aquellos propios de nuestros días, son en extremo numerosos. Así, podemos nombrar a la arquitectura clásica, que agrupa a los rasgos que caracterizan a la construcción proveniente de la antigua Grecia y a los proveniente del Imperio Romano; a la arquitectura bizantina, que se desarrolló en el imperio homónimo luego de la caída del Imperio Romano de Occidente hasta la toma de Constantinopla por los turcos otomanos; a la arquitectura visigoda, que prosperó en la península Ibérica luego del siglo V; a la arquitectura merovingia, propia de los galos de la alta Edad Media; a la arquitectura arábiga, propia de los árabes y de gran difusión en tiempos de los califatos; a la arquitectura románica, propia de la baja Edad Media, que aglutina estéticamente características de construcciones de origen bizantino, persa, árabe, sirio, celta, normando y germánico; a la arquitectura gótica, propia del Medioevo de la cristiandad, posterior al siglo XII; a la arquitectura del Renacimiento, que retomó gran parte de las ideas del arte clásico; a la arquitectura barroca, que se extendió principalmente del siglo XVII al siglo XVIII en la mayoría de los países europeos; a la arquitectura neoclásica que respeta muchos rasgos clásicos; a la arquitectura historicista, que imitaba estilos del pasado agregándole características del siglo XIX; a la arquitectura ecléctica, que aglutinaba estilos diversos; a la arquitectura moderna, que implica un conjunto de estilos propios del siglo XX; y finalmente a la arquitectura posmoderna, que es una revalorización de formas del pasado.
No es posible olvidar que, más allá de la apreciación occidental, la arquitectura ha sido un ícono representativo de grandes civilizaciones de otras áreas de la Tierra. Basta señalar que sólo ha quedado en pie una de las 7 maravillas del mundo antiguo, y se trata, precisamente, de una joya arquitectónica, como las Pirámides del Valle de Giza, en Egipto. Por otra parte, los estilos propios de la arquitectura oriental dominan gran parte de las construcciones tradicionales y modernas de Asia Central y de Extremo Oriente, como se observa en China, Japón o en el sudeste asiático.
Mas allá del nombre de cada corriente, lo cierto es que toda renovación en materia arquitectónica ha dejado un legado de bellos edificios dignos de ser contemplados; algunos, provenientes de épocas remotas, todavía asombran por el ingenio con que fueron construidos. Se advierte que la arquitectura moderna permite disponer de nuevos materiales, con el doble fin de optimizar la calidad y seguridad, por un lado, y de reducir la posibilidad de contaminación, por el otro. Sin embargo, debe manifestarse que la progresiva tendencia a la urbanización que se vislumbra en el siglo XXI es también un desafío para los arquitectos, ya que se acentúa día a día la necesidad de construcciones de mayor altura que permitan que un mayor número de individuos logre residir en las modernas urbes habitadas por decenas de millones de personas. Es por ello que se destaca la importante de un desarrollo arquitectónico sustentable, que facilite el modo de vida de las ciudadanos en condiciones de vivienda correctas, saludables y preparadas para el crecimiento exponencial de las capitales del mundo.
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